domingo, 1 de enero de 2012

Días de epidemia


Comenzamos esta nueva aventura literaria con un conjunto de relatos basados en hechos reales sobre una epidemia de viruela que azoto la ciudad de Puerto Montt en 1905. Los invitamos a entrar en esta ventana al pasado para encontrarnos con el asombro que piso las calles de esta ciudad. 

DIAS DE EPIDEMIA
( Cuentos de los tiempos cuando la viruela visito  a Puerto Montt )

La epidemia viene del mar


   Carlos Doggenweiler, tomaba delicadamente las pequeñas manos de su hija Ana, indicándole con ternura, las primeras instrucciones en el arte de la interpretación del piano, mientras su esposa Teresa Lastarria, miraba desde lejos, siguiendo emocionada, la concentración y el esfuerzo por aprender de su niñita.
   En eso estaban, cuando repentinamente, sintieron tocar a la puerta. Teresa fue abrirla, encontrándose con un joven delgado y algo tímido que le pregunto:
-Buenas tardes señora, disculpe por molestarla, se encontrara el doctor.
   Ella movió su cabeza en forma afirmativa, y llamo a su marido para que atendiera al visitante.
   Dejando a Ana, practicando algunos movimientos, en la teclas del piano, acompañada ahora por su madre, se dirigió él, hacia la puerta atender el asunto que requería su presencia.
-Si señor, ¿en que puedo servirle?-le consulto el doctor.
-Don Carlos, solicitan su presencia, en el vapor “ Palena”, ya que hay un marino enfermo.
-No hay problema, voy de inmediato-dijo el medico, acostumbrado a atender, las urgencias surgidas, en el pueblo.
   Después de tomar su maletín, con los implementos necesarios para su trabajo, partió acompañado de el muchacho, atravesando las calles de Puerto Montt, mientras los rayos del sol, iban decayendo en fuerza, para iniciar las últimas horas de ese 5 de marzo de 1905.
   Al subir a bordo del vapor, se encontró con el piloto de la nave Demetrio Meneses, un hombre de barba espesa, mirada penetrante y piel envejecida, reflejo de años de navegación por el mar de Chile, trasportando pasajeros y mercaderías.
-Doctor, gracias por venir-le dijo Don Demetrio- no se que tiene este Ulises, desde hace algunos días anda raro. Usted sabe, cuando uno esta mal, hace y dice cosas de enfermo. Tiene que ayudarlo, su familia de Valparaíso lo necesita bien, si no, no tienen que comer, lo se, por que conozco a esa pobre gente.
-Cálmese por favor. Lléveme al camarote de Ulises y hay veremos lo que podemos hacer.
   Así se dirigieron hasta la zona donde estaba el enfermo, iluminados por el farol de
Don Demetrio, ya que la noche había iniciado su reinado de sombras.
   Al entrar en el camarote, el doctor se acerco hacia el marinero, que yacía recostado, tapado con un par de frazadas, moviéndose de un lado a otro de su cama, y musitando ciertas palabras inentendibles.
-Amigo, no te preocupes-le dijo Demetrio, disimulando su preocupación-acá esta el doctor, el te ayudara.
   No diciendo nada, Carlos fue observando detenidamente al paciente. Tenia fiebre alta, debililidad absoluta en su estado físico, intensos malestares y recurrentes dolores de cabeza. Sin embargo, un signo de la enfermedad, hizo que llenara de intranquilidad sus pensamientos. La cara y la palma de las manos de Ulises tenían unas horribles pústulas amarillentas.
-Señor-pregunto el doctor a Demetrio-el resto de la tripulación esta en el pueblo.
-Si, señor, desde la mañana tienen permiso para ir.
   Carlos sabia que esa era una muy mala noticia. La viruela, definitivamente, había llegado a este lugar del mundo.
Continuara........

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