martes, 10 de enero de 2012

Las marionetas de la muerte


Esta es una nueva unidad de cuentos que explora el universo zombie para hacer una relectura de esa temática tan habitual en el cine y la literatura contemporánea desde una mirada local y que explore las claves del universo social de esta región del sur de Chile comprendida en la provincia de Llanquihue. 

El miedo llego a Sotomo

 La lluvia era intensa aquella mañana de junio en Sotomo, hace varios días no había luz en la localidad y algunos víveres estaban escaseando, tampoco había noticia de los familiares que habían partido a Puerto Montt o Cochamó en lancha a comprar algunas cosas, a trabajar y al estudio.
 Nina Ortiz la profesora de la escuelita de ese lugar enclavado en un rincón del seno de Reloncavi, miraba desde su casa la isla Merimelli y la llegada de los pocos niños que cruzaban los senderos rumbo al establecimiento escolar.
 Su celular estaba muerto. No tenía noticias de sus padres, ni de su pareja Esteban Mansilla  en Calbuco. Internet estaba muerto, no había señal de radio, ni los equipos de radioaficionados  funcionaban.
Aquella joven inicio su clase como si nada lo alterara, sería un par de horas de evasión se decía. Todo parecía andar hasta sentir una fuerte gritería afuera de la escuela. Calmando a los más pequeños salió a ver lo que sucedía.
Desde el muelle procedían los gritos, que eran unos desgarros que el viento afilaba hasta ser precipitar su susurro indescifrable en su oído.
Una silueta inquieta corría abajo viniendo rumbo a la escuela. Era María Almonacid, una vieja de unos 70 años que desesperada corría  d por el sendero de tierra barrosa y resbaladiza. En un instante cayo precipitadamente rodando por el suelo.
Nina no pensando nada, fue a socorrerla. La precipitación se hacia más intensa, tomándola de la mano a la mujer trato de levantar a ese pesado cuerpo.
-Déjame aquí, ándate, salva tu vida- le decía la mujer, mientras trataba de zafar su mano.
Entonces aparecieron unos rostros horrendos con miradas perturbadoras. La parálisis inicial, hizo que se levantara y el miedo lo hizo huir.
Era instinto nada más. Corría, sintiendo saltar su corazón. Mientras las criaturas emitían extraños sonidos.
Al entrar a la sala de clase, los niños la miraban con asombro. Estaba mojada entera y su pantalón sucio con salpicaduras gruesas de barro. No quería llorar, no dejar expuesto su temor antes esas miradas inocentes.
-Niños sigan con sus tareas- les dijo.
Una niñita morenita, la más pequeñita de la clase le pidió permiso para ir al baño. Pero tajantemente le negó el permiso casi gritando, lo que dejo a la menor llorando.
Un golpe fuerte se sintió en la puerta. La maestra se sobresalto. Una inquita figura comenzó a golpear uno de los vidrios hasta romperlo. Era una persona con dientes afilados, su rostro estaba rasgado, bestia como pescador, pero simplemente ahora es una caricatura de lo que fue.
Los 17 niños de la sala de clase lloraban. Más criaturas se asomaban a la ventana. Nina en una patética escena tomaba una escoba para alejarlos, sin hacerles ningún daño.
La lluvia no paraba. Más y más criaturas rodeaban la escuela. Los niños gritaban, saltaban, vomitaban, se mordían los labios. Entonces una voz dejo por un segundo un silencio aterrador.
-Mama-dijo uno de los niños.
La joven no pudo contener su angustia. Inés Covarrubia, una de sus  apoderadas, estaba cabeceando con sus espantosos alaridos en la ventana. Pronto se sumaban más y más siluetas de los que habían sido sus vecinos devorados por una furia descontrolada.
-Nooooooooooooo- grito.
Los niños ya no sabían que hacer se acorrucaban alrededor de la profesora.
La puerta cedió entrando las bestias. Los niños corrían , mientras esos seres los agarraban y despedazaban a mordiscos. Padres que comían a sus hijos, hermanos que mataban a sus hermanos sacándoles sus miembros.
Nina se quedo allí entre ese horror.
Un último suspiro dejo para soñar con los labios de su lejano amor y se fue dejando que su sangre impregnara la sala de clase, mientras la lluvia seguía cruzando los contornos del fiordo del Reloncavi rumbo al Volcán Yates.

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